La Ritualización del Significado
Últimamente me he sentido cansada y sorprendida de tanto sentir, procesar, significar. Parece que esto nunca se detiene e intento no sentirme tan abrumada al respecto.
Ayer hicimos un convivio por las actividades de cierre de trimestre del taller Escribiendo y Sanando entre Mujeres, mi corazón estaba rebosante de felicidad, de presenciar la fuerza del encuentro de tantas mujeres, de diferentes edades, formaciones, contextos, posicionamientos, formas y colores, que decidimos emprender el camino del autoconocimiento, enfrentar nuestros miedos y curar nuestras heridas en red, en el reflejo de la otra.
No voy a negar que estaba muy nerviosa por cargar con la responsabilidad de que fuera un espacio grato y fértil para todas, porque fuera de la planeación y la estructura de las clases, sigo siendo una morra introvertida que le da pavor hablar en público, incluso frente a sus alumnas. Esta vez decidí confiar en mí y en las demás, permitirme fluir en la espontaneidad de un primer encuentro y dejar de cargar responsabilidades extra.
Nos fue muy bien, compartimos alimentos, presumimos nuestras libretas y leímos algunos textos, hicimos un recorrido por el huerto, nos emocionamos de observar los frutos de la tierra y su poder, empezamos a conectar con ella desde ahí; cerramos con broche de oro haciendo un ritual de limpieza y descarga con árboles del huerto.
Siendo sincera yo siempre mantuve una postura escéptica frente a esos rituales, pero esta vez mantuve una disposición diferente y me dejé llevar. Deposité mi confianza en la tierra, las plantas, el pirul, el eucalipto, las mujeres y una misma.
Cada una nos reconocimos en nuestro cuerpo, nos colocamos en circulo, pisamos la tierra y nos limpiamos, tallamos el cuerpo, sacudimos los pesares, cada una localizó en su propia geografía los puntos de tensión, dolor, pesar que cargaban nuestros cuerpos, y con todo el amor del mundo lo tocamos, lo sobamos con pirul y eucalipto para que saliera de nosotras todo eso de nuestros cuerpos.
Pude sentir la fuerza al solo colocarnos en círculo; sincronizar cualquier actividad, y depositar y recalcar la intensión, colectivizar la existencia, sentir el impacto de las palabras, porque conllevan un deseo profundo y nuestra energía va inmersa. De ahí la fuerza de unir y colectivizar una intensión compartida, ese es el significado de la ritualización. Fuimos red, somos red porque al estar juntas y compartir un propósito e intensión hacemos una identidad colectiva.
Las palabras son importantes porque conllevan una intensión y una fluctuación de energía que conduce, encamina el ser en su poder creativo. Una disculpa por las limitaciones de mi vocabulario.
Me quedó claro cuando nos sacudimos el cuerpo con esa intensión de librarnos, cuando frotamos nuestras manos para hacer calor y sentir nuestra energía, me preguntaron si la pude sentir y no hubo necesidad de mentir porque realmente sentí algo entre mis manos, algo tenue, sutil pero fuerte también.
Mi presencia ponderó en el ritual, pude incluso contribuir al cierre del ritual en el uso y modulación de la voz. Aprovechando el potencial del círculo cerramos con la intencionalidad y presencia de la voz, transitar del grito al canto. Cada una palpando y haciéndose consciente del sonido y la forma de nuestra voz; en cadenita, una empieza a emitir un sonido plano parecido al canto AAAAAAA, un sonido continuo y constante, se suma al sonido la voz de a lado, y así subsecuentemente hasta lograr el unísono de la voz colectiva y cuando se ha alcanzado la entonación colectiva perfecta se irrumpe cambiando el tono de la voz hacia el sonido que necesitemos expirar; un grito, un sollozo, un gemido, un aullido, lo que sea. Complazcamos las necesidades del interior, cerramos y agradecemos porque estamos listas para romper el círculo y terminar el ritual.
Soy una bruja porque ritualizo todo poder derivado de mi conocimiento,
conocimiento de mi misma, de las demás mujeres que me acompañan y de mi entorno.
Soy bruja,
santa,
diosa,
soy mujer
Porque el principio de la desconfianza ha habitado mi cuerpo, he sido presa de ella y he tenido que trabajar doblemente para sanar mi alma y mi cuerpo.
Y aún así, pese a cualquier pronóstico, frente a la injusticia sistematizada con la que he tenido que aprender a habitar mi cuerpo y sostenerse.
Puedo asegurar, enunciar, pronunciar y proclamar el placer de la propia vida siendo mujer.
-Nebu
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