El duelo cumpleañero
Los aniversarios son, antes que nada, un ejercicio de autoreconocimiento, iniciativa, creatividad y compartición. No hay una sola manera de vivirlos. Pero usualmente se pierden entre la expectativa no manifestada tanto por parte de la persona cumpleañera como de las personas que desean celebrarla y esperan alguna iniciativa o propuesta de celebración.
Es decir, que muchas veces no acostumbramos a planear el cumpleaños porque no hemos definido cuál es la mejor manera de estar vivas en nuestro aniversario. Considero que para consolidar un día cumpleañero chido, lo primero es reconocer nuestro propio valor y sabernos dignas y urgentes de celebración. De tal manera que los cumpleaños siempre están atravesando y exaltando nuestra estima propia, amor propio, y es indispensable conocernos para saber cómo frenar fantasmas del autosabotaje, y demás inseguridades. De ahí, lo que seguiría es tratar de ir hilando y cuestionando nuestras historias de vida, los hábitos con los que crecimos, nuestro estado anímico, temperamento y cómo nos relacionamos con las personas que amamos. Todos esos factores pueden crear una combinación infinita de maneras de existir cuando es tu cumpleaños que lo hacen más llevadero y menos insoportable.
Personalmente conservo el hábito dramático de llorar, aunque sea un rato a solas, cada vez que es mi cumpleaños, es de ley. No puede ser mi cumpleaños y que yo no esté sintiendo el mar de emociones que me inundan en una lloradita o lloradera, dependiendo el caso. Desde que cumplí 18 años forjé ese habito porque dejé de disfrutar mis cumpleaños y los empecé a sentir como una presión gigante en mis hombros por encontrar un rumbo sólido, crear algo, el temor infinito de siempre estar desperdiciando la vida, cada segundo cuenta, y cada año aumenta más y más la tensión. Pero entiendo que eso tiene que ver más con el orden socialmente instalado en función de nuestras metas de vida y su significado, que con los cumpleaños en sí mismos, los cumpleaños no tienen la culpa del transcurrir del tiempo. Al contrario, llevar una cuenta del tiempo acumulado en el cuerpo se puede significar de tantas maneras como establecerse parámetros de auto exigencias, por eso a veces los cumpleaños duelen, pero fácilmente puede ser sólo un día de relajación, celebración y compartición.
La celebración es indispensable y los cumpleaños no son la excepción. En cada meta lograda, cada paso caminado es indispensable celebrar para poder seguir caminando. No importa cuánto hayamos hecho, qué hayamos hecho y cómo lo hayamos hecho. La neta considero que sobrevivir a un mundo hostil y de incertidumbres ya es un gran mérito, y las personas poseemos valor propio y merecemos tantita felicidad, baile, risas y gozo. Pero es frecuente sentirnos indignas de cualquier celebración, porque no dimensionamos, alcanzamos a ver el valor intrínseco que poseemos, y pensar que "no hay nada que celebrar".
Pasa que a veces no hacemos nada en nuestro cumpleaños o no nos dejamos celebrar y pasa desapercibido como si fuera cualquier día por la indecisión, especialmente cuando vivimos inmersos en una pandemia. Pero siendo sinceras ¿a quien no le gusta sentirse amada? Aunque sea un simple "felicidades" en facebook, creo que hace la diferencia, porque es bonito saberse presente en la memoria de los demás, saber que la gente se toma algunos minutos de su día para dedicarnos algunas palabras, aunque no sean las palabras exactas que necesitamos oír, es grato el detalle. Es frecuente no saber cómo celebrar a las personas, desconocer las palabras suficientes para reconfortar la existencia de las personas y que se sepan amadas e importantes, pero al menos nos sabemos inmersos en la búsqueda por celebraciones mas genuinas, auténticas y acordes a nuestras necesidades de estima y reconocimiento.
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