Un Refugio Propio: el proceso de construir un espacio seguro

El 14 de febrero de 2020 llegué a mi primer departamento, me ví a mi misma como el meme que muestra un espacio gigante vacío, solo con una bocina, un gatito y un garrafón de agua. En crisis, solita, confrontando mis miedos; miedo de todo, del espacio, de la gente, pero sobre todo de mi misma. El primer día salí corriendo porque de plano no me la creía, me espantaba verme tan sola y rota, pero insistí y me quedé a coartadillas.

Me decidí a rentar sola porque genuinamente necesitaba un refugio donde pudiera llorar activa y conscientemente, expresarme cuanto fuera necesario (sí suelo hablar sola mucho tiempo), gritar en las madrugadas cualquier tonteria sin molestar o preocupar a nadie, conectar mi descanso con mi proceso creativo y mi interrumpida espiritualidad, tener un espacio tranquilo para meditar, orar, hacer ejercicio, aprender a cocinar lo que mi cuerpo me pedía, etc. Son de las cosas que mas valoro y añoro; despertar y escuchar a todo volumen un reggeton viejito o un rosario de la misericordia, lo que sea, no escuchar ningún ruido en la mañana me seducía pero con el tiempo me llegó a alterar el sentirme tan aislada, sin mencionar que experimentábamos un fenómeno epidémico inédito que nos llevó al confinamiento estricto.

Vivir sola es medir y lidiar constantemente con la intersección libertad-soledad, el extasis-angustia, podría llegar a ser aterrador para muchas personas porque nos orilla a lidiar con el monstruo de la soledad, incluso cuando previamente ya me consideraba entrenada en el tema, pero nunca es equiparable a la sentencia perpetua del silencio ensordecedor, porque hay quienes se acompañan de la radio, la tele, visitas, vecinxs, etc. Pero el puro silencio abruma tanto que te empuja o a perder la voz o a gritar de una vez por todas las cosas mas enterradas que habitan el cuerpo que nunca pudieron salir, para mi fue una especie de retiro espiritual y emocional, un entrenamiento para mi voz.

Nada era perfecto, pero era un intento para tomar las riendas de mi vida y mis decisiones desde el minuto cero, también es demasiada responsabilidad aprenderse a cuidar cuando vivimos dando por sentado los múltiples cuidados que nos cobijan en casas donde hay personas que han vivido asumiendo ese rol por años. Asumir esa responsabilidad requiere de coraje, fuerza de voluntad y un proceso emocional ya trabajado, que cada día nos haga reconocer y recordar que esforzarnos por darnos cuidados es algo que vale la pena y no solo eso, también son los cimientos que nos mantienen de pie todos los días.

Requirió mucho valor despertar cada mañana para solamente hacer limpieza, preparar el desayuno y bañarme, aunque claro que no todos los días fui tan pulcra y disciplinada, siempre hay días malos y hay que asumirlos como parte del proceso y no como el fin del mundo. Ante los fantasmas más devastadores no pude enfrentarme y solo me quedaba salir a la calle a caminar y despejar la mente, comprar un tamal, visitar una iglesia nueva, cualquier cosa que me pudiera devolverme a centro de mi misma, mas que quedarme a testimoniar mi incapacidad de enfrentarme a cosas para las que no estaba preparada, y todo estuvo bien, sobreviví a tantos minutos de terror y también aprendí a pedir ayuda. Pasé las noches mas reconfortantes después de llorarlo todo y decirme absolutamente todo, cosas que hasta yo misma ignoraba de mi porque nunca tuve un espacio para enunciarlo, para luego bañarme, contemplar mi desnudez, merendar arroz con leche y cantar mis canciones favoritas antes de dormir, hasta para apapacharse hay que conocerse a una misma y tener claro que nos dá ánimos y calmas en diferentes situaciones.

Después de un año experimentando y entrenándome en el autoconocimiento, autoreconocimiento y ejercicio de la agencia  y voz propia no me queda mas que sentirme bendecida por poder haber superado este desafío, siento que envejecí como 5 años en mi departamento. Aunque también me dejó mi necesidad reforzada de espacios seguros en soledad para escucharme solo a mi, sé que es algo que no muchas mujeres pueden experimentar y requiere no solo de fuerza de voluntad si no de una precaria estabilidad económica, pero urgencias son urgencias, y yo en cuanto pude ahorrar unos centavos después de privarme de muchos gastos lo hice sin pensarlo demasiado. Solo me queda recomendarlo y compartir esta odisea, porque tenía muy en claro que era una etapa que mi cuerpo necesitaba. Mi intensión en el futuro no es vivir sola, sino acompañada. Pero creía que para vivir acompañada primero tenía que aprender a vivir sola, quise distanciarme no para vivir aislada para siempre, sino también para aprender a valorar las relaciones interpersonales, hecho inspirado por mi deseo de forjar vínculos sólidos, sinceros y reales; de cariño y cuidado mutuo, no de compromiso. Hay que valorar la compañía en su justo valor y aprender a ejercerlo conscientemente.



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